Ya hacía mucho tiempo que había dejado de creer en príncipes azules, creer en ellos era deprimente,
pues no existían. Y aunque de milagro existieran, ya no los quería.
Quizás algo andaba mal conmigo.
Pero había adquirido una poderosa preferencia a la realidad. Me importaba más vivir una historia triste pero real que vivir una de cuentos de hadas basada en engaños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario